Decíamos en nuestro primer número que revistas como estas son una necesidad nacional.
Nunca ha sido tan cierto.
Los cubanos estamos sufriendo la mayor ola de represión padecida en los últimos diez años. El gobierno se ha empeñado en no permitir que las voces que disienten de la línea oficial encuentren un espacio en la sociedad cubana actual.
Durante las negras semanas de marzo, la policía política encarceló a más de setenta opositores pacíficos y periodistas independientes, incluyendo a destacados profesionales de la información ligados a esta revista.
En abril, fueron condenados mediante juicios sumarísimos a penas que alcanzaron los 28 años de privación de libertad. Cuba es hoy la mayor cárcel de periodistas del
mundo.
La condena internacional a los encarcelamientos y al fusilamiento de los tres jóvenes que intentaban llevarse una lancha al Estrecho de la Florida no ha tenido precedentes.
Parlamentos, partidos políticos de todas las ideologías, dirigentes religiosos, medios de comunicación, intelectuales, artistas y ciudadanos de a pie de todo el mundo han manifestado su repulsa a la ola represiva.
Hasta los escasos amigos de siempre, como Saramago y García Márquez marcaron sus diferencias. El primero, dijo sentirse profundamente decepcionado y se baja del tren de esta revolución.
Al segundo, las indignadas críticas de varios intelectuales de renombre como Susan Sontag, lo obligaron a condenar la pena de muerte, también en Cuba.
En este número daremos a conocer al pueblo cubano cómo se realizaron los registros por parte de la Seguridad del Estado.
Las confiscaciones de libros, computadoras, faxes, máquinas de escribir que constituían los medios de trabajo de gran parte de los
opositores y periodistas, y de los cuáles el lector nunca tuvo conocimiento a través de la prensa nacional.
Además, no faltan en esta edición, los testimonios de los familiares que sufrieron el allanamiento de sus hogares y la humillación de ver cómo arrestaban a sus seres queridos por el “delito” de escribir libremente, y por exigir, en palabras de Martí, “su derecho a pensar y a hablar sin hipocresía”.
La represión fue un duro golpe pero no amilanó el deseo de informar a nuestro pueblo.
Han condenado a muchos periodistas pero quedamos otros, y aunque nos encarcelen a nosotros, otros vendrán a relevarnos tomando en sus manos la antorcha de la libertad de prensa.
Todo pueblo tiene derecho a estar informado y a emitir libremente sus opiniones sobre las informaciones que recibe de los medios de comunicación. Ejerza, amigo lector, ese derecho inalienable que es opinar según le dicte su conciencia.
La libertad no la otorga ni la suprime ningún gobierno. Es un sentimiento personal, que se ejerce, aún tras las rejas. La revista De Cuba se complace en
ser un grano de arena para contribuir al ejercicio de ese derecho